Sobre…. ZEITGEIST El espíritu del tiempo. Lucas Posada

Durante casi un mes, el museo de la Universidad Jorge Tadeo Lozano ha estado impregnado por varios lienzos cargados de materia pictórica, además de unas cuantas obras escultóricas que componen la obra del artista Lucas Posada. Una alegre rareza en los días de hoy, donde las galerías y museos están repletos, en su mayoría, de trabajos que poco tienen que ver con la pintura como medio de expresión (contrario a lo que pasaba hace poco mas de medio siglo en los mismos ambientes). Teniendo en cuenta lo anterior, antes de hablar en detalle sobre dicha exhibición, es importante recalcar que ante todo, esto es una innovación dentro del medio artístico actual.

A pesar de su carácter novedoso, la oportunidad de reafirmar una técnica artística olvidada, infelizmente, no es aprovechada del todo por el artista en cuestión. “Protegido” bajo un proyecto introspectivo, Posada se dedica a plasmar, frenéticamente, composiciones y rostros (algunos bastante similares a la serie “Talking Heads” de Lorenzo Jaramillo) con rasgos muy comunes entre si, donde lo  mas atractivo es la utilización de vibrantes tonalidades. Sin embargo, títulos rebuscados “El viento en las estaciones”, “El limite del otro y de la nada”, “Mis ambiciones, mis neurosis” no son aportes a la obra; develando un grado de turbiedad en relación a la misma. Palabras forzosamente combinadas con el aparente  propósito de completar el significado de las pinturas son la prueba de una falta de consistencia en el trabajo.

“Soy célula, soy conciencia, soy mitosis, soy respiración…” Declaraciones del propio artista que tras entrar en contacto con sus lienzos, se destrozan en pedazos. ¿Sera que este individuo realmente excavó su ser? ¿ Sabe, entonces, quien es? No parece ocurrir una honesta iniciativa de confrontación personal, acompañada de un proceso reflexivo; mas bien un afán productivo y muy poco planeado.  En vez de descubrirse a si mismo, Posada se instala en la costra de su propuesta cubriendo, sistemáticamente, telas con densa pintura y vanos discursos, que entierran todo su notable potencial respecto al empleo del color.

Ni siquiera el vitalicio efecto derivado de la superposición de pigmentos impide la prevalencia de una atmósfera monotona, consecuente de  los consecutivos y similares rostros plasmados y convertidos en formulas predecibles, durante  el recorrido de la exposición.  Adicionalmente, las esculturas se relacionan discursiva pero no visualmente con las demás obras, convirtiéndose en otro ingrediente debilitador de la muestra plástica y revelándose como objetos dispuestos para fortalecer una idea todavía muy turbia para el propio Posada.

Mas puede ser menos, tal ves sea cuestión de editar.

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